miércoles, 2 de junio de 2010


Puedo hacer ver que esta es mi casa, pero la veo tan desoladora como el patio trasero de un prostíbulo.
Puedo escucharte un segundo, pero siento más afinidad con el hombre de la teletienda.
Nada de lo que digas podrá despertar ningún interés en mi interior.
Tu ropa cara me aburre, tus contactos me irritan, tu sonrisa blanca me molesta... Todo me pide a gritos que me vaya a buscar algo verdadero.
La búsqueda desordenada del placer sin límites.

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